sábado, 23 de febrero de 2013

Suerte

Suerte: Recuerdo el año pasado, final del curso, mes de mayo, 8:40 de la mañana de un miércoles.

Llego a la parada donde espero a la ruta, y suelo estar de pie hablando con un amigo mío, Ignacio R. quien está sentado en las escaleras, en el escalón de arriba, en el exterior del portal de su casa. Sin embargo, ese día yo llegué antes y me senté en el escalón de abajo, pues estaba muy cansado.

Cuando él llegó, le saludé, pero no se por qué, no me puse de pie para hablar con él, como hacía siempre. A los 5 minutos, se oye un estallido. Nos ponemos ambos de pie, y vemos que desde el interior del portal han roto la puerta de cristal de un balonazo. Me fijo en la chaqueta de Ignacio, que está rota, y se lo digo. Cuando se la quita, veo que tiene el polo manchado de sangre, y le digo que lo mejor sería que subiera a casa. Él lo hizo y luego se fue al hospital. Tenía una herida en la espalda, muy cerca de la columna. Por suerte, se curó a las dos semanas y todo quedó en un susto y una cicatriz en su espalda.

Pero lo que más me acojonó de ésta historia, es la posibilidad de que, si no hubiera estado sentado ese día, con Ignacio sentado entre la puerta y yo, y hubiera estado de pie como llevaba estando los 10 años de mi vida escolar en la parada, quizá uno de los trozos de cristal (que salieron despedidos con bastante fuerza) me podría haber herido en la cara o en el cuello, y con muy mala suerte quizá me podrían haber herido gravemente, de la misma manera que a Ignacio le hizo una herida en la espalda.

Menos mal que no pasó nada, pero la verdad es que ese día tuvimos bastante suerte.

Juan R.

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